Camporrélls: un vago recuerdo

Estuve en Camporrélls en algún momento, probablemente una visita veraniega programada para que no perdiera el contacto con mis padres.
De esa visita mis recuerdos son breves y confusos pero su intensidad ha permanecido en el tiempo  quizás acrecentada por la recreación posterior, como si al recordarlo se regrabara auto-alimentándose,  seguramente con pequeñas deformaciones.
El de la fuente, primero de los recuerdos, es el más confuso en cuanto que se encuentra mezclado con el de otras fuentes, la propia de Mediano que era el centro neurálgico de nuestro vida social y la de Alcorisa de donde era originaria mi madre y en la que pasé algún periodo más tarde con la Adela, una de las hermanas de mi madre.
Había una plaza que recuerdo fresca y que siempre tenía una parte en sombra. Aún estará en su sitio, el embalse de Santa Ana, motivo por el que mis padres estaban allí, en este caso no se llevó por delante el municipio que se encuentra alejado unos kilómetros. En aquella plaza jugábamos con el primer balón de fútbol que he conocido, hecho con una vejiga de cordero, así creo que era aunque pudiera ser de algún animal más grande. Como si fuera un globo, se hinchaba soplando hasta que tenia el tamaño deseado. Era blanda y para nuestra edad ideal para patearla sin hacernos daño. El juego terminaba cuando la  la vejiga, no muy resistente, acababa por romperse.
Fue aquí, en Camporrélls donde vi andar por  primera vez al menor de mis hermanos. Estábamos en una habitación en el centro de la cual había una mesa redonda con unos faldones que llegaban hasta el suelo,  mi hermano que debía estar gateando por allí, inesperadamente se levantó y empezó a dar vueltas a la mesa con cara de acontecimiento. Así lo recuerdo, aunque ya se sabe lo que pasa con los recuerdos, nunca sabes si así lo viste o fue como te lo contaron.
El mayor acontecimiento de aquel verano fue la llegada de Pedro, hermano de mi padre y hombre grande y bonachón. Por aquel entonces aún estaba soltero y, según me contaron después, se dedicaba entonces a vender chucherías para los niños de pueblo en pueblo. Si no recuerdo mal llegó montado en un motocicleta lo que le daba , junto con su ocupación, un halo de buhonero a los ojos de un niño como yo.

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